Carolina y cien manos invisibles nutren a quienes cayeron del sistema

En un comedor social las estadísticas estallan para convertirse en alimento. Las cifras que miden la pobreza y la riqueza se encarnan en ollas de decenas de kilos de brócoli que antes fueron excedentes en los supermercados, pucheros en los que se fríen cebollas peladas una a una, de esas que nadie compró el día anterior. Son las ocho de la mañana de un día festivo. En esta cocina sin comedor cinco personas llevan ya tres horas cocinando. Su sencilla labor es capaz de cuestionar la crisis de la abundancia, porque de donde parece que no hay más que restos comen entre 250 y 300 bocas cada día. Aún faltan un par de horas para que, a las puertas de este local, empiece a formarse una de las “colas del hambre” que existen en Palma (Mallorca). Muchas de las personas que acuden aquí son personas con empleos precarios, trabajadoras y trabajadores afectados por la crisis, cabezas de familias monoparentales, en la mayoría de los casos formadas por una mujer y varios menores que tienen que elegir entre pagar su vivienda o adquirir alimento, paradas de larga duración mayores de 45 años...

Las voluntarias y voluntarios de la asociación sin ánimo de lucro que les atiende, Tardor, saben que comparten el camino con otros seres humanos que han renunciado a seguir luchando de tan agotados, que al dar de comer están acogiendo, que esta cocina es una escuela de humildad en la que todo el mundo aprende a trabajar las emociones, Los guisos ya bullen en los pucheros. Arranca la historia “Carolina y cien manos invisibles nutren a quienes cayeron del sistema”.  De regreso de una vida marcada por el daño, y con la piel tatuada de rugidos, Jan azuza el fuego y hierve la ecuación del dar y el recibir. A su lado, Carolina enlaza el afuera y el adentro, una red de gratitud formado por empresas, organizaciones, colectivos, personas, cuyas aportaciones permiten transformar la vida de los seres humanos, uno a uno.

La Asociación Tardor da respuesta a las necesidades básicas de alimentación, seguridad, saneamiento y espacio residencial. El objetivo de su trabajo es que la persona recupere la dignidad y para ello es básico que además de un sitio digno donde vivir, puedan recibir capacitación y formación para conseguir una mayor autonomía personal y una digna reinserción sociolaboral. Los valores de la asociación son: la solidaridad, la empatía, la humildad, la perseverancia, la responsabilidad y la generosidad.

Trabaja en tres frentes: 1. Establecer centros asistenciales autosostenibles, tanto económicamente como en su gestión, gracias al voluntariado, la solidaridad y la ausencia de ánimo de lucro; 2. Facilitar alimentos y productos de higiene a personas y familias mediante comedores sociales; 3. Facilitar capacitación y formación necesaria para su autonomía.

En el episodio nos acercamos  a su comedor social, donde proporcionan alimentos a personas y familias vulnerables que lo necesiten los siete días de la semana. Disponen de una cocina donde elaboran menús equilibrados dietéticamente. Nos acercamos también al banco de alimentos para familias, el cual abrieron en marzo de 2020 debido al incremento de demanda social  de familias en situación de exclusión social provocada por la crisis sanitaria y económica. En este dotan de comida y productos específicos para bebés, niños e higiene 3 días a la semana (lunes, miércoles y viernes de 10 a 13 hs). Y, finalmente, conocemos también sus centros habitacionales, la Llar Inge y la Llar Kurt, para personas y familias con escasos recursos. 

Todos los miembros de la Asociación Tardor son personas voluntarias que no reciben ningún sueldo. Los centros asistenciales acaban siendo autosotenibles y autogestionados por residentes formados para ello. 

La voz protagonista de esta historia es Carolina Senders, una de estas personas voluntarias, y coordinadora del comedor social y atención familiar. El voluntariado es algo que ha heredado de su familia. Su padre fue un superviviente de la segunda guerra mundial, una persona austera, quién tuvo que emigrar de su país. “Quien no vive para servir, no sirve para vivir” era el lema que les transmitió a Carolina y toda su familia.  

A Carolina le acompaña el resto de personas voluntarias: Pep y Dolores, quienes están en la cocina, Tolito, el chófer, Jan, quien colabora como coordinador de la comida y el almacén, entre otras. Todo ello es posible gracias a la generosidad y colaboración de particulares, asociaciones y empresas.